Fotografiar bodas, comuniones y bautizados es ser testigo privilegiado de momentos que marcan la vida. Son días llenos de emoción, de miradas cómplices, abrazos sinceros y gestos que solo ocurren una vez.
A través del objetivo, no solo se capturan imágenes: se guardan recuerdos que con el tiempo se vuelven tesoros. Revivir esos instantes a través de una fotografía es volver a sentir, volver a sonreír, volver a estar allí. Y eso, para quien fotografía con el corazón, es el mayor regalo.